Tras una década de investigar distintas escuelas filosóficas, desbaratarme los sesos intentando descodificar los mensajes de Schopenhauer o Aristóteles, beber de las fuentes espirituales de diversas religiones organizadas y desorganizadas, asistir absorta a sesudas charlas sobre cosmología y sociología, sumergirme en las corrientes más respetadas del conocimiento sobre la mente humana, y - por supuesto - asistir religiosamente a carísimas sesiones de asesoramiento psicológico y psiquiátrico, no he aprendido nada.
Más de una vez me he preguntado de qué habrá servido todo eso, sobre todo en lo que respecta al género masculino, que cuanto más complicado me lo exponen más sencillo lo veo. Y, por sencillo, habiéndome nutrido de tantas y tan densas doctrinas, más incomprensible.
Pero el otro día, mi amiga y nueva gurú safrika dijo algo que organizó todo este caos en una contundente y esclarecedora frase:
- Los hombres son un poco capullos, tengo yo la impresión.
Esto dicho, ya sólo resta descansar tranquila y asumir que la última década ha sido fructífera si sólo para llegar a este punto.
Porque, amigas, amigos... admitámoslo. Somos TODOS un poco capullos. Sí, nosotras también. Lo que pasa es que una se ve más claramente en el espejo donde se reflejan los demás.
Lo único que resta es pelearnos a muerte hasta que quede aniquilado el más capullo. Y poco a poco, a base de hostias, acabaremos por conseguir la tan ansiada selección genética que hará este mundo algo mejor.
Para muestra, un botón (de Play)
Más de una vez me he preguntado de qué habrá servido todo eso, sobre todo en lo que respecta al género masculino, que cuanto más complicado me lo exponen más sencillo lo veo. Y, por sencillo, habiéndome nutrido de tantas y tan densas doctrinas, más incomprensible.
Pero el otro día, mi amiga y nueva gurú safrika dijo algo que organizó todo este caos en una contundente y esclarecedora frase:
- Los hombres son un poco capullos, tengo yo la impresión.
Esto dicho, ya sólo resta descansar tranquila y asumir que la última década ha sido fructífera si sólo para llegar a este punto.
Porque, amigas, amigos... admitámoslo. Somos TODOS un poco capullos. Sí, nosotras también. Lo que pasa es que una se ve más claramente en el espejo donde se reflejan los demás.
Lo único que resta es pelearnos a muerte hasta que quede aniquilado el más capullo. Y poco a poco, a base de hostias, acabaremos por conseguir la tan ansiada selección genética que hará este mundo algo mejor.
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